4 de octubre de 2015

Las chicas tristes...

Hay chicas que tienen un halo de tristeza a su alrededor, y no pueden librarse de él aun y cuando no estén tristes. Simplemente está ahí. Flotando, rodeándoles. Como una presencia. Inevitable. Vigilante. Cuidando de que no sean demasiado felices para que cuando dejen de serlo, puedan soportarlo.

Y les hace tristemente especiales, casi bonitas. Les cubre de esa especie de fragilidad que parece alertar a quienes entran en contacto con ellas. Y les cuenta que tengan cuidado, que no les hagan demasiado daño y es cuando, por temor a hacerlo, huyen y entonces lo hacen.

Las chicas tristes son como una tarde de domingo. Son un poquito septiembre cada día. Y a veces hasta les gusta serlo. Melancolía a punto de estallar. Drama en una balsa que es a ratos azul. No les da miedo morir, porque ya lo han hecho antes. No confían en la suerte pero estiran las casualidades hasta una especie de magia que inventan para ellas mismas.

Y no pueden evitarlo pero sólo saben alimentar esa tristeza, porque están conectadas, es su fuente de energía. Su nueva droga.
 Y es que son esas chicas que lloran cuando les dicen algo bonito, esas que te pueden hacer sonreír en bajito sin que sepas por qué. Y rozarte con media palabra. Porque las chicas tristes querrían tener mucho que decir, pero apenas dicen. E incluso a ellas les asusta.

Por eso, no pueden deshacerse de su halo de tristeza, ni reconocer en alto que necesitan algo. O a alguien. Porque quedarían demasiado expuestas a quiénes, pese a querer, no podrían hacer nada al verles entristecer. Sólo apagarse con ellas, en el limbo de una de sus medias sonrisas. Y ninguna de ellas querría eso para nadie.

Porque las chicas tristes en realidad, y esto es un secreto, no están tristes pero no saben cómo dejar de serlo.




6 de septiembre de 2015

Babel

Una vez conocí a un hombre que sabía callarse en más de cien idiomas.

Nunca he vuelto a aprender tanto de alguien.

15 de agosto de 2015

Del abandono.

Le recordaba a esa belleza que esconden los lugares abandonados. Esa especie de fuerza silenciosa que parece llevar siglos estallando.

Como si la naturaleza se hubiera convertido en un exquisito cadáver.

A esa calma tensa. A esas fábricas medio derruidas inundadas de hierros oxidados, a vías de tren escondidas por ramas salvajes. A esas casas abandonadas con verjas y ventanas rotas que han brotado en mitad de frondosos matorrales.

Como si la naturaleza quisiera apoderarse de lo que nosotros decidimos dejar.

A esos parques descuidados que bien podrían pasar por antiguos cementerios. A las grietas y frescos descoloridos de aquellos edificios históricos. A esos pueblos fantasma dejados caer en mitad de alguna carretera pero en los que aún puede oírse, si se escucha bien, la rutina que algún día lo silenció. A ese aire enrarecido y que no refresca. Que casi ahoga.

A esa energía que se quedó allí, atrapada en todos esos lugares. Enmarcando el momento exacto en el que fueron abandonados.

Esa belleza de lo inhabitable, de la tierra estéril y hostil que nunca dará ningún fruto. Esa belleza de haber sobrevivido a una guerra. Esa belleza de algo vivido. Y después, dejado morir.

Era naturaleza. Muerta.


20 de julio de 2015

Detestaba a la gente triste.
Pero ella siempre lo estaba.
Y quizás,  por eso,  aprendió antes a odiarse que a quererse.

4 de julio de 2015

30 de junio de 2015

Sabor. Saber.

El sabor del pánico era exactamente el de aquellos primeros segundos en que eres consciente de que el futuro ya no existe.

3 de abril de 2015

Haciendo tiempo

Ella no era de hacer tiempo entre trozos de vida.
Ella era más de deshacerlo. 
Desmigajarlo y ver sus restos en la palma de la mano. Y luego soplar. 
Fuerte. 
Y olvidar qué había hecho de él. Y no volver a pensarle. 
Y enterrarlo a carne viva.

16 de marzo de 2015

Del tiempo

Era la tercera vez que el invierno intentaba llevarle.
A la próxima, tendría que ir con él.

25 de febrero de 2015

Hay días que puedo volar


Te lo juro.


Hay días que puedo atravesar todas las leyes de la física y partirlas en dos. Hay días que vibro. Como un átomo excitado antes de volver a su estado fundamental. Hay días que me gusto. ¡Vaya si me gusto! Y la vida, con todo lo perra que es. Que me apasiona todo. Que incluso desearía ser eterna y poder no dormir nunca más para ser capaz de escribir,  inventar,  leer y bailar todo lo que tengo en mente. Y encerrado.

Hay días que soy como una llama. De verdad. Y de fuego. Que ardo de puras ganas de vivir. De reír y llorar y de hacerlo a la vez. De no querer parar de conocer gente porque todas las historias me parecen increíbles y necesarias de ser contadas. Y escuchadas. Y muy vividas.

Hay días que me veo capaz de alinear los planetas. Y los días de la semana. Y colocarlos en mi orden favorito.
Hoy habría sido viernes. Y Marte. Y amarte.

Que hay días que soy capaz de volar. Te lo juro. Que puedo incluso con esa "tristeza por el mundo" que a veces viene y me golpea y se va. Hay días que bailo en el metro y que no sé ni hablar de todo lo que quisiera decir. Que ando cuarenta minutos bajo la lluvia porque sí. Que hay días que soy la vida. De verdad.  Que me envidiaría a mí misma por no poder estar para siempre conmigo. Que me encantaría a la vez no ser yo,  para poder decirme lo increíblemente bonita que soy, aunque sólo sea por no creerlo. Y que podría creerlo.

Te juro, que hay días que podría con cualquier cosa que me propusiera(n). Que podría levantarme antes de irme a dormir,  y desayunar a la luz de la luna en la propia luna. Y cambiar el mundo. Y ponerlo, ¿qué sé yo? Un poquito más hacia la risa.

No sé si entiendes lo que intento decir y justo es  exactamente eso lo que quiero decir.  Que hay días que entiendo el misterio de todo. Incluso de lo que no lo tiene. Que es como si me concedieran unas horas de lucidez sobrehumana y entendiera la sencillez de ser,  estar y parecer todos los verbos. Y esos días me parece imposible no poder verlo los otros.  Y sólo lamento no conseguir guardar en frascos la sensación,  ni poder repartir de a poquitos esa especie de droga sana. Y loca.

Hay días que puedo volar.
Lo juro.

23 de febrero de 2015

Teorías

Todo era tan relativo como la misma gravedad. Que quizás estaba atrapada fuera de sí.
Quizás en ti. 
Quizás nunca había andado, sólo flotado.
A lo mejor era ella la que se equivocaba y la que era soñada.
Quizás solo existía en sus pensamientos.
Teorías... 
Te haría.

Hacia ti

Eres una huida hacia delante. Sin miedos. Eres mi calma y mis ganas de resistir. Y un paseo en barca por las líneas de tu mano. Eres el misterio de los cuentos de terror. Y ese brote de vida de un día algo hueco. Eres como el primer sorbo del café de la mañana. Y como el beso inesperado. Eres. Eres todo lo sé que nunca podría tener. Eres lo que nunca querría querer. Y por eso, lo que quiero.

19 de febrero de 2015

Hacia mí

Llegué desde muy lejos para decirme que no temiera la lluvia. Que de quién debía desconfiar era del sol y de todo lo que reluce demasiado. Que amara a quienes brillan por su presencia. Que saliera y me empapara de la vida. Porque lo peor que podía pasarme era secarme por dentro y por miedo. Que me dejara no crecer tan rápido y equivocarme de nuevo. Y mucho más. Porque al final, sólo recordaría las veces que acerté y jugué a sonreír.

15 de febrero de 2015

Cronologías

Pasaré el viernes en casa y no sentiré compasión de mí. Ni de los que están como yo. Bueno de ellos un poco. Al fin y al cabo no se nos ha perdido nada fuera. Ya hemos estado ahí antes. Y no había nada para nosotros. Inmune a los cambios y a la tristeza. Aprendimos que no sentir era mucho mejor. Cuando vendimos el alma a cambio de nada.

Y ya es sábado. Y tampoco vamos a salir. Vamos quedarnos todo el día en el sofá. Ni pondremos la televisión. Podemos leer. Que es mucho más romántico. Y beber vino en copas que no abarcan tu mano. Todas las chicas tienen el corazón roto. Y si no, es que no tienen. Algo así pensaba. Tienes suerte de saber transformarlo todo en trozos de canciones. Y de dramas. Y a veces hasta oyes a los demás romperse o bailar contigo. No sabes quién te trajo esa botella de Whisky.

 el domingo, te dolerá la cabeza pero parecerá que ha pasado la tormenta. Siempre habrá alguien que diga en los medios que os volvisteis locos. Que de tantas vueltas que disteis a la vida, dejasteis de entenderla. Y los domingos por la tarde creerás que tienen razón. Y solo porque ya no te da tanto miedo la muerte. No como a ellos. Los que ni siquiera saben que están vivos. Que absurdo piensas. Te relames. Y ya es casi lunes. El rojo te queda bien en las uñas y los labios. Y todo el mundo odia los domingos por la tarde. Aunque te recuerdan tanto a ti, que empiezan a gustarte. Hay que comprar queso. Y cambiar las sábanas. Ya es hora de dormir.

2 de febrero de 2015

Noches buenas

- ¿Y si te cuento un cuento para que puedas dormir?
- No. Olvídalo. Odio los finales felices.
- ¿Y si me invento uno… con final triste?
- Pero… ¿mucho?
- Trágico.
- ¿Me lo prometes?

Él asintió convencido y prosiguió.
- A ver... Érase una vez una mujer que se vestía de hierba. Bueno, en realidad, ella era la naturaleza. Unos días se reencarnaba en fuente y otros en río. A veces aparecía volando entre cascadas, y otras sentía cómo las raíces se agarraban a ella, como si tuvieran miedo de caer. Era incorpórea, era como la fuerza que mantenía todo el caos en orden…
Ella levantó una ceja, nada contenta.
- Y murió, ¿no?
- Descuartizada.
- Pero era incorpórea - Le retó sonriendo.
- Pero es que justo el día que su mayor deseo se cumplió y le regalaron el don de poseer cuerpo y encontrar el amor verdadero, un loco se cruzó por su camino y la mató lenta y dolorosamente.
- Mmmmm me encanta - Le respondió sonriendo y cogiéndole de la camisa para acercarle hacia sí - Tú sí que sabes hacerme feliz. Buenas noches.
Y durmieron juntos e infelices todos los días de su vida.

Doler(se)

Me contaste el secreto para no echarte de menos. Pero no lo entendí. Nunca fui de palabras. Y ahora eres tú quién debe reunirlas para pedirme que me quede. Que no cruce el mar que nos va a tragar. Pero ¿sabes? ya no me asusta. Aprendí a nadar en todas tus ausencias.
Y ahora... Ahora sólo sé sonreír aunque eso vaya a hundirme. Y quizás... Quizás sea ese el único gran misterio de la vida. Sonreírle a los recuerdos. Y que se duelan.

29 de enero de 2015

Lo curas

Siempre será tu canción más triste. Siempre querrás rescatarle y ella que no lo hagas.
No podrás olvidar esa sonrisa como de pedir perdón por seguir viva. Siempre será tu melodía ahogada, tu canción sin terminar. Y por eso nunca podrás deshacerte de ella, no podrás dejarla ir, porque es demasiado pegadiza como para poder quitártela de la cabeza. Así que deja de intentarlo, porque no tienes opciones. 

Es mucho más lista que tú, es increíblemente bonita
. Es más dulce de lo que jamás merecieras probar. Y da igual las veces que haya muerto antes. Porque al final siempre sale a flote y vuelve, aunque sólo sea, para recordarte que es mucho mejor que tú. Que estáis en mundos totalmente paralelos por lo que jamás podrán encontrarse. 

Ella es sensible y tú mezquino. Ella sabe que eres poco para sí, y tú también. Pero por algún error del universo, os encontrasteis nadando en la misma agua. Bailando las mismas canciones tristes y saltando las mismas olas. Por algún error, ella se fijó en ti, desde el epicentro del torbellino, y por ese mismo error tú también la viste, ignorando todas las señales que te indicaban claramente que no lo hicieras. 

Y sabes que te va a volver loco, que vas a desear no haberla sacado de allí, doce veces al día, justo una por cada absurda discusión. Pero no lo puedes evitar. Porque hay mar de fondo y la corriente os arrastra. Y eso no se puede esquivar. 

Y sabes que tu destino será matar esta vida con ella. Porque te encanta que te vuelva loco. Que sea impredecible y no sepas que dirá un segundo después. Que no sepas cuál será su humor ese día. Y cuánto más enfadada, más te gusta. Eso sí lo sabes. 

Sabes que te gusta más un mal día con ella, que infinitos sin. Y por eso da igual lo que pase, porque no hay ninguna solución. No importa las veces que te arrastre hasta el fin, porque está enganchada a esa adrenalina. A esos segundos en los que oye pulso, y justo por saber que está a punto de morir, sabe que está viva. Y sabes que no es sano, que no es sana. Que esa locura algún día os destruirá a los dos, pero es que ya no puedes hacer nada. Te atrapó con su canto triste y ahora tú también te has enganchado a él, y a esa adrenalina. Y a esa sensación de oír sus latidos y por eso saber que tú también estás vivo.

Derroto

No sabía cómo pero podía recordar todas las ciudades en las que no había estado nunca, los grises que no había pintado y las veces que no le dijo todo lo que no le quería.

No sabía cómo pero, en cambio, no podía recordarse a sí misma

23 de enero de 2015

Quemó las palabras que le hacían arder por dentro. Justo esas que eran como témpanos de hielo. Porque incluso el frío, de frío, te quema.

16 de enero de 2015

Destroza dos

Y volar para contemplar mejor las miserias humanas. Ver con perspectiva en qué habíamos destrozado nuestras vidas. Y colarte por la ventana del único ser aún vivo. Y destrozar la tuya con él
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