29 de noviembre de 2014

Aunque quieran

Alguien dijo que a veces a la vida se le escapa un milagro de las manos. Y tú fuiste mi milagro. Y mis manos. No porque me salvaras sino porque nunca lo hiciste, ni lo prometiste. Porque me enseñaste a no necesitarlo. Y a bailar aunque me sintiera pequeña.

Lo que no dicen es que te tuve que querer por miedo. Miedo a que tú ya no lo hicieras. A que pudiéramos volver a soportar nuestras miradas sin acabar sonriendo. ¡Y qué feo eso! A que dejaras d
e abrazarme. O a que ya no me tocaras ni riñeras por mi enredado pelo. Que dejáramos de ser nosotros y sólo fuéramos cualquier ellos. Miedo a seguir durmiendo juntos y despertar separados. A ya no más contar el tiempo en canciones.

Y fuiste mi milagro porque me despertaste, porque querías que yo nos quisiera, sobre todo a mí. Incluso más que yo. Porque eras lo contrario a lo que decías, y por supuesto, al amor. Y debes saber que a veces a la vida no se le cuelan más milagros. Y que quizás yo también fui el tuyo. Aunque nunca lo creyeras. Puede que los demás no sepan la distancia a la que tienes el corazón, ni lo invisible que parece. Pero yo sí. Igual que hay quien no sabe llegar y sacarnos de golpe todas las sonrisas atrapadas. Aunque quiera. Ni provocar esa sensación de qué sé yo, ese deseo nada sutil e impropio de mí, de querer acurrucarme entre tus brazos y quedarme ahí a vivir. Las veces que sean. Fuimos un milagro. Y los milagros no existen. Aunque a veces a ellos se les escape la vida entre las manos. 

Y tú, fuiste, un rato, la mía

17 de noviembre de 2014

10 de noviembre de 2014

Consiguió tragarse el nudo que tenía en el corazón, pero ahora lo tenía en la boca del estómago. El corazón.

2 de noviembre de 2014

Si hubiera podido, habría pesado toda su tristeza para que así,  nadie más le obligara a levantarse. Era todo tristeza.
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