25 de febrero de 2015

Hay días que puedo volar


Te lo juro.


Hay días que puedo atravesar todas las leyes de la física y partirlas en dos. Hay días que vibro. Como un átomo excitado antes de volver a su estado fundamental. Hay días que me gusto. ¡Vaya si me gusto! Y la vida, con todo lo perra que es. Que me apasiona todo. Que incluso desearía ser eterna y poder no dormir nunca más para ser capaz de escribir,  inventar,  leer y bailar todo lo que tengo en mente. Y encerrado.

Hay días que soy como una llama. De verdad. Y de fuego. Que ardo de puras ganas de vivir. De reír y llorar y de hacerlo a la vez. De no querer parar de conocer gente porque todas las historias me parecen increíbles y necesarias de ser contadas. Y escuchadas. Y muy vividas.

Hay días que me veo capaz de alinear los planetas. Y los días de la semana. Y colocarlos en mi orden favorito.
Hoy habría sido viernes. Y Marte. Y amarte.

Que hay días que soy capaz de volar. Te lo juro. Que puedo incluso con esa "tristeza por el mundo" que a veces viene y me golpea y se va. Hay días que bailo en el metro y que no sé ni hablar de todo lo que quisiera decir. Que ando cuarenta minutos bajo la lluvia porque sí. Que hay días que soy la vida. De verdad.  Que me envidiaría a mí misma por no poder estar para siempre conmigo. Que me encantaría a la vez no ser yo,  para poder decirme lo increíblemente bonita que soy, aunque sólo sea por no creerlo. Y que podría creerlo.

Te juro, que hay días que podría con cualquier cosa que me propusiera(n). Que podría levantarme antes de irme a dormir,  y desayunar a la luz de la luna en la propia luna. Y cambiar el mundo. Y ponerlo, ¿qué sé yo? Un poquito más hacia la risa.

No sé si entiendes lo que intento decir y justo es  exactamente eso lo que quiero decir.  Que hay días que entiendo el misterio de todo. Incluso de lo que no lo tiene. Que es como si me concedieran unas horas de lucidez sobrehumana y entendiera la sencillez de ser,  estar y parecer todos los verbos. Y esos días me parece imposible no poder verlo los otros.  Y sólo lamento no conseguir guardar en frascos la sensación,  ni poder repartir de a poquitos esa especie de droga sana. Y loca.

Hay días que puedo volar.
Lo juro.

23 de febrero de 2015

Teorías

Todo era tan relativo como la misma gravedad. Que quizás estaba atrapada fuera de sí.
Quizás en ti. 
Quizás nunca había andado, sólo flotado.
A lo mejor era ella la que se equivocaba y la que era soñada.
Quizás solo existía en sus pensamientos.
Teorías... 
Te haría.

Hacia ti

Eres una huida hacia delante. Sin miedos. Eres mi calma y mis ganas de resistir. Y un paseo en barca por las líneas de tu mano. Eres el misterio de los cuentos de terror. Y ese brote de vida de un día algo hueco. Eres como el primer sorbo del café de la mañana. Y como el beso inesperado. Eres. Eres todo lo sé que nunca podría tener. Eres lo que nunca querría querer. Y por eso, lo que quiero.

19 de febrero de 2015

Hacia mí

Llegué desde muy lejos para decirme que no temiera la lluvia. Que de quién debía desconfiar era del sol y de todo lo que reluce demasiado. Que amara a quienes brillan por su presencia. Que saliera y me empapara de la vida. Porque lo peor que podía pasarme era secarme por dentro y por miedo. Que me dejara no crecer tan rápido y equivocarme de nuevo. Y mucho más. Porque al final, sólo recordaría las veces que acerté y jugué a sonreír.

15 de febrero de 2015

Cronologías

Pasaré el viernes en casa y no sentiré compasión de mí. Ni de los que están como yo. Bueno de ellos un poco. Al fin y al cabo no se nos ha perdido nada fuera. Ya hemos estado ahí antes. Y no había nada para nosotros. Inmune a los cambios y a la tristeza. Aprendimos que no sentir era mucho mejor. Cuando vendimos el alma a cambio de nada.

Y ya es sábado. Y tampoco vamos a salir. Vamos quedarnos todo el día en el sofá. Ni pondremos la televisión. Podemos leer. Que es mucho más romántico. Y beber vino en copas que no abarcan tu mano. Todas las chicas tienen el corazón roto. Y si no, es que no tienen. Algo así pensaba. Tienes suerte de saber transformarlo todo en trozos de canciones. Y de dramas. Y a veces hasta oyes a los demás romperse o bailar contigo. No sabes quién te trajo esa botella de Whisky.

 el domingo, te dolerá la cabeza pero parecerá que ha pasado la tormenta. Siempre habrá alguien que diga en los medios que os volvisteis locos. Que de tantas vueltas que disteis a la vida, dejasteis de entenderla. Y los domingos por la tarde creerás que tienen razón. Y solo porque ya no te da tanto miedo la muerte. No como a ellos. Los que ni siquiera saben que están vivos. Que absurdo piensas. Te relames. Y ya es casi lunes. El rojo te queda bien en las uñas y los labios. Y todo el mundo odia los domingos por la tarde. Aunque te recuerdan tanto a ti, que empiezan a gustarte. Hay que comprar queso. Y cambiar las sábanas. Ya es hora de dormir.

2 de febrero de 2015

Noches buenas

- ¿Y si te cuento un cuento para que puedas dormir?
- No. Olvídalo. Odio los finales felices.
- ¿Y si me invento uno… con final triste?
- Pero… ¿mucho?
- Trágico.
- ¿Me lo prometes?

Él asintió convencido y prosiguió.
- A ver... Érase una vez una mujer que se vestía de hierba. Bueno, en realidad, ella era la naturaleza. Unos días se reencarnaba en fuente y otros en río. A veces aparecía volando entre cascadas, y otras sentía cómo las raíces se agarraban a ella, como si tuvieran miedo de caer. Era incorpórea, era como la fuerza que mantenía todo el caos en orden…
Ella levantó una ceja, nada contenta.
- Y murió, ¿no?
- Descuartizada.
- Pero era incorpórea - Le retó sonriendo.
- Pero es que justo el día que su mayor deseo se cumplió y le regalaron el don de poseer cuerpo y encontrar el amor verdadero, un loco se cruzó por su camino y la mató lenta y dolorosamente.
- Mmmmm me encanta - Le respondió sonriendo y cogiéndole de la camisa para acercarle hacia sí - Tú sí que sabes hacerme feliz. Buenas noches.
Y durmieron juntos e infelices todos los días de su vida.

Doler(se)

Me contaste el secreto para no echarte de menos. Pero no lo entendí. Nunca fui de palabras. Y ahora eres tú quién debe reunirlas para pedirme que me quede. Que no cruce el mar que nos va a tragar. Pero ¿sabes? ya no me asusta. Aprendí a nadar en todas tus ausencias.
Y ahora... Ahora sólo sé sonreír aunque eso vaya a hundirme. Y quizás... Quizás sea ese el único gran misterio de la vida. Sonreírle a los recuerdos. Y que se duelan.
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