14 de agosto de 2014

Pájaros de papel

Era atemporal. No sabía cuántos años tenía, ni cuántos llevaba contando estrellas apagadas. No era feliz ni tampoco todo lo contrario. Era. Era cada día de fin a principio. Despertaba por las noches y dormía con el sol. Era inmaterial. Estaba hecha de todos los descartes de los demás. De pequeñas desilusiones, y esperanzas abandonadas. Y un poco de piel. No venía de ningún lugar en particular, pero siempre de lejos. Y tarde.
Ella era como todas las demás, pero más diferente. Rompía ideas. No reía por agradar, no adulaba sin razón, y no allanaba el camino a los que ya podían bailar sobre él. Era más de las causas pequeñas, las que a todos les parecían insignificantes: recoger pájaros de papel caídos de nidos invisibles era su distracción favorita. Y arreglar corazones que aún no se habían roto. También le gustaba vivirse de la risa, y desayunar todas las noches. Sentarse y desesperar. No se ataba a nada ni nadie que pudiera atarle pero se agarraba a todos los clavos que ardían incluso en el mar. No quería una familia ni viajar, porque lo deseaba demasiado. No soñaba, ni dormida ni despierta, porque pasaba el día tejiendo sus realidades y dedicaba las tardes a vender vestidos hechos con los pedacitos de tela que recogía de sus otras vidas.

Pero era tan real como cualquier otra persona. Se irritaba con facilidad y jugaba a esconderse para que alguien le encontrara. Y aquel muelle era su lugar favorito para ello, porque no existía. Igual que ella. Que sólo lo hacía el tiempo que alguien pronunciaba su nombre. Porque después, quizás, ya era olvidada.

8 de agosto de 2014

Sirenidad

Cruzar todos los mares y también algún trozo de tierra. Huir a la deriva y, como todo lo verdaderamente importante, sin pensar. Como tormentas de verano desencontrándose en cada océano. Arrasando los continentes y abriendo grietas en el mar. Furia azul. Estruendos.
Y luego calma. Y un baile en la distancia. Y un: - Estoy aquí- Con falsa timidez. Y un: - Pasaba por aquí, desvestida para ti- Y ya no hay más calma, ni más furia. De repente todo es claridad. Y cambia el escenario. Y todas las escenas. Y sólo amanece y ya faltan horas. Y todas, son pocas. Porque no pasaba por ahí. Venía desde lo más profundo de sí misma. Llevaba cinco mares, y tres vidas. Como aquella sirena. Pero ella ya sólo quería ahogarle el corazón. Y contarle su secreto, que en otra vida, había sido casi humana.
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