16 de noviembre de 2011

Darnos (la) vida

Llego y le encuentro feliz, y tranquila, mucho más que yo,  y mucho más que nunca. Y es algo tan irreal, que no quiero que cambie, nunca a ser posible.

Vendería toda mi felicidad, las veces que hiciera falta, por un trocito de  la suya. Y porque fueran eternas, ambas.

Y es que creo que moriré de tristeza, cuando ya no pueda contarme, como en cada cumpleñaos, la historia de aquella curandera que me salvó la vida cuando sólo empezaba a vivirla. Me gusta recordar que sigo viva por alguna especie de magia, y que, como me dijeron que dijo,  fue porque alguien me quería demasiado, que de tanto que me quería, me hacía daño. Me gusta que sea ella quien me la cuente, con esa ternura que alguien concede sólo a las madres. Me gusta pensar que, desesperada como estaba, recurrió a todo aquello en lo que creía, y  también a lo que no, incluso a aquel jarabe de manzana. Justo como ahora he hecho yo por ella. Me gusta pensar, que ha recuperado un poquito de claridad, después de tanta vida azuloscura y que de vez en cuando, me dé las gracias por haberle regalado algo de la mía. Me gusta ser yo, literal y metafóricamente, la que tiene el corazón más débil de las dos. Me gusta poder controlar el dolor, y con el suyo no puedo.

Prefiero dolerme, yo, a mí, y salvarnos las dos.

2 comentarios:

  1. Vaya... tienes una manera de expresar lo que pasa por tu cabecita que me encanta ;)

    Todo el mundo tiene una historia "curiosa" detrás...

    Las madres son importantes, eso es innegable.

    Besitos!

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  2. Tú sí que me encantas :P Para no conocernos eres la más atenta del lugar... Gracias, again.

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