prefería perseguir sueños eternamente, y sólo rozarlos
para que no murieran ahogados. Era artesana de sus ideas y maestra de
sus debilidades. Disfrutaba inventando cada mañana ungüentos de
felicidad, y los vendía en pequeñas dosis que pocos compraban. Fabricaba
caminos que no llegaban a ningún lugar, sólo por saciar sus ganas de
hacer. Se emocionaba con la facilidad con la que llegaba el frío a su puesto, y
observaba como el tiempo se escondía entre los posos de café. Atenta, siempre atenta por si alguien se acercara a observar.
¡Qué bonito!
ResponderEliminarYo sería de las pocas que le compraría esos ungüentos ;)
Besitos!
Pues gente como tú, es la que hace que se sigan queriendo vender pedacitos de felicidad :P
ResponderEliminarOiss las cosas que me dices ;))
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