Odio cuando empiezo a confundir los malos días con todos los demás. Y sentir que vuelvo a empezar.
Pero que nunca acabo.
Odio las taquicardias de domingo, sobre todo cuando no es domingo.
Y que ya no me guste quedarme más sola.
Odio haber cambiado sin
haberme dado cuenta, ahora me hundo
infinitamente antes, infinitamente más.
Ahora, todo lo que me ha ido
haciendo fuerte, me mataría.
Si no lo ha hecho ya.